Casi, y sin el casi, me la se de memoria, pero volverla a ver es siempre un placer.
Basada en un argumento de Hagan Wilde, y con guión del propio autor y Dudley Nichols, Howard Hawks dejó aparcados sus filmes de aventuras, y se propuso hacernos reir. En contra de su estilo, no regateó ninguna caída, ni resbalón, ni tropezón. Los gags se suceden prácticamente sin interrupción.
La película es un "tour de force" de Cary Grant y Katharine Hepburn. Presentes en todas las escenas, creo que sólo les puede robar protagonismo, un leopardo y un perro.
Por si las moscas, estos dos genios de la comedia, están apoyados por unos secundarios de lujo: Barry Fitzgerald, Frit Feld, y May Robson, pero quien está chapeau, es Charles Ruggles, interpretando al "experimentado e intrépido" cazador Horace Applegate, empeñado en hacernos la imitación del rugido de un leopardo en apareamiento.
Trabajo fácil para Russell Metty (fotografía) y Van Nest Polglase (director artístico). El filme no tenía dificultad. Quien sí que debió tener trabajo fue el técnico de sonido, ya que Grant y Hepburn no dejan un momento de dispararse una metralla de palabras entre ellos, aunque ninguno haga caso de lo que dice el otro. De hecho, Cary tarda unos minutos en enterarse que él es el señor Hueso.
Dos curiosidades: Una, el personaje de Grant estaba influido por Harold Lloyd, y dos, cuando se viste con la bata de baño de Katharine, dice: "Parezco un gay" (¿broma de Cary?,¿mala leche de Nichols?). Lo cierto es que era la primera vez que la palabra gay se nombraba en el cine.
La película fue un rotundo fracaso. Se acusó a Hawks de ser un director de hombres. El tiempo pondría, como siempre, las cosas en su lugar. Hoy, "La fiera de mi niña" es un clásico de 77 años.
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