jueves, 26 de mayo de 2016

LA CARTA (1940), de William WYLER

   
  Uno de los tres filmes que el director hizo con Bette Davis, después de "Jezabel" (1938) y antes de "La loba" (1941). La leyenda diría que el carácter fuerte de ambos los llevaría a tener b ronca cada día, pero lo cierto es que la trilogía fue un éxito.
     Basada en una novela de W.Somerset Maugham, guionizada por Howard Koch, premiado por "Casablanca", contó con la fotografía, esencial en el filme, de Tony Gaudio. Todos estos nombres garantizaban que el filme no podría defraudar.
     La película termina de la misma forma que empieza; con la luna ocultándose tras unas nubes. Y es que la noche, las luces y sombras (más sombras) devienen en coprotagonistas de la historia.


    Una historia que, al cabo de 5 minutos de comenzar, ya conocemos. Un adulterio, una mujer despechada que se venga asesinando al amante cuando se entera que está casado con una euroasiática, la mentira, el juicio, el perdón del confiado marido, y el casi suicidio de la adúltera, buscando morir antes que continuar con un matrimonio que no desea.
     Bette Davis está sublime, ella llena la pantalla. Sus grandes ojos lo observan todo mientras se calma haciendo ganchillo: la credulidad del marido, la desconfianza del amigo abogado (un más que correcto James Stephenson), el odio de la viuda (Gale Sondergaard, más enigmática que nunca). Ella sabe que siempre podrá contar con su marido (Herbert Marshall), sabe que, desde el primer momento, el amigo de ambos, el abogado Joyce, no se cree su relato, y sabe que, aunque sea declarada inocente, el destino será cruel con ella.

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