Otro día de programas en TV insípidos y en horarios de locos. Pues a repasar una película. Ayer vi "La tentación vive arriba" (Wilder-1955), una elegante comedia para la que no pasa el tiempo.
Basada en una obra de teatro de George Axelrod, cosa que se nota, apenas se sale del único encuadre de la casa de Tom Ewell. El propio Axelrod y Wilder escribieron el guión, apoyándose en el buen hacer de Ewell y la exuberante Marilyn. Ewell había tenido un éxito años antes en "La costilla de Adan" (Cukor-l954),pero fué un actor que no se prodigó mucho en el cine.
Apenas se sale a exteriores, sólo al principio en la estación, en la oficina, y en la célebre escena de las rejillas de ventilación del metro, donde a Marilyn se le atisbaban las bragas. Una escena, según las memorias de Wilder, en que se llegaron a pagar muchos dólares por estar debajo de las rejillas, atentos a poner un gran ventilador en marcha. Sea verdad o leyenda, la realidad es que la escena apenas dura tres minutos en pantalla, y para rodarla estuvieron más de una hora y media.
Nunca estuvo más maravillosa la actriz que en esta película. Bella, escultural, simpática, liberal y sencilla al mismo tiempo. Triste final para esta estrella. Tras una difícil infancia, su madre era demente, tres matrimonios fallidos, el último con el escritor Arthur Miller le hizo daño. Pasó por las manos de todos los Kennedy, muriendo al final en circunstancias nunca aclaradas.
Pero chapeau para el filme. Billy Wilder era un genio, y en contra de lo que se decía, que era imposible trabajar con Marilyn, dos años después repitió con ella en "Con faldas y a lo loco"
No hay comentarios:
Publicar un comentario