Octavo filme en la carrera de Franklin J. Schaffner, y uno de los que más éxito cosechó. Aunque yo prefiera Patton o El señor de la guerra (anteriores), lo cierto es que éste tuvo una gran acogida, beneficiándose de la propaganda que la novela de Henri Charriere había tenido.
Schaffner debió interesarse por el tema, el inhumano sistema carcelario de Francia. Y digo que se debió sentir interesado, porque creo que no fue un encargo, ya que coprodujo el filme.
Supongo que intervino en la elección de los intérpretes, uno de los aciertos de la película, magnífico Steve Mc.Queen como Papillón, y Dustin Hoffman com o Louis Degá, y excelentes los numerosos secundarios que aparecen: un casi irreconocible Anthony Zerbe como jefe de la leprosería, Victor Jory como jefe indio, y Don Gordon como uno de los presos.
Encargó a Dalton Trumbo que escribiera un guión que condensara la novela, dedicando el contenido a los años pasados en el presidio. Salvo el principio de la cinta, con la maravillosa escena de todos los condenados caminando por las calles, escena que nos sirve para adivinar la futura traición de la mujer de Degás, y el saludo de la prostituta a Papillón, en el que adivinamos su agradecimiento.
De la fotografía se encargó Fred Koenekamp, profesional que no conozco demasiado, pero que colaboró en 4 filmes de Schaffner. De la música, agradable y muy conocida, fue mérito de Jerry Goldsmith, que suena casi todo el filme, pero siempre en tonos muy suaves, apenas como un murmullo en torno a la aventura.
Aparte de la escena al comienzo, destaca la de la leprosería, la de los pescadores de perlas, y la del convento. Y por último, decir que Henri Charriere quiso alargar su popularidad rodando una película. En verdad fue un bodrio en el que aparecía, para lástima de sus fans, la guapísima Claudia Cardinale.
Dos horas y media de una excelente película. A mi me gusta volverla a ver de vez en cuando.
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